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domingo, 21 de febrero de 2010

Al mando

Dream sonrió cuando escuchó la dura regañina que le estaba echando Beth a uno de sus hombres. El hombre en cuestión lo tenía merecido. Casi se le habían salido los ojos mientras contemplaba las piernas al descubierto de la capitana. Cuando la dicha los envió de vuelta al despacho, D recompuso una expresión seria y frunció el ceño.

-Bien, chicos. Como veis, la puerta ha quedado destrozada- los tres hombres asintieron ante el hecho evidente- Quiero que cojáis algo de madera de la que se está utilizando para las reparaciones del barco y construyáis otra antes de que caiga la noche. Quiero tener de nuevo una barrera que me separe de la pelirroja- sonrió con todos sus dientes- Creo que se nota que cuanto más espacio entre nosotras…mejor.

Dream dio una palmada y gritó un “¡A trabajar sea dicho!” y al momento los hombres dieron un respingo y echaron a correr en dirección al muelle, donde estaba la madera amontonada. La capitana se quedó mirando la habitación vacía y suspiró. Se dio la vuelta y se repantigó en el sillón de detrás del escritorio. La noche anterior había sido una especie de bálsamo para sus heridas. O algo así. Todavía se acordaba de su encuentro con el conde, y no dejaba de pensar en él. Pero puesto que Beth se había ido a saber dónde, D tenía que ocuparse del barco, y eso le mantendría la cabeza alejada de ricos nobles prepotentes. Se levantó de la gran silla y subió las escaleras para salir a cubierta. El aire de la mañana ya era cálido y D lo agradecía enormemente. Odiaba ese calor pegajoso y húmedo que hacía sudar hasta a un centollo. Saludó a unos cuantos hombres que trabajaban con unos tablones y echó una ojeada buscando a aquellos que había contratado. De repente sintió una mano gruesa en su hombro.

-¡Dreamy!- un hombre bonachón y corpulento la abrazó a pesar de su ceño y sus protestas, pero siempre había sido así. Hugh se la había presentado cuando no era más que una niña y Manuel la había tratado siempre como a una sobrina- ¿Qué tal está mi niña?- sus ojos se oscurecieron- Me han contado lo del Black Gold, pero veo que ya os habéis recompuesto… ¡Y de qué manera, muchacha! Te voy a dejar el barco como los chorros del….
-Manuel- la voz de Dream intentaba sonar firme y tranquila, pero hasta ella misma notó ese matiz cariñoso en la pronunciación del nombre de su amigo- No es mi barco…exactamente. Digamos que soy socia de la capitana.
-Sí, querida, como quieras llamarlo. ¡Oye!- le dio una palmada en la espalda, a la vez que gritaba. Era bastante bruto y gritón, pero Dream le tenía mucho cariño, por eso le visitaba cada vez que pasaba por las islas- En el último barco en el que he estado trabajando, he incorporado una sorpresita…con ayuda de mis amigos los herreros, obviamente…- sus ojos brillaban de la emoción- Te encantará.
-¿Si?
-¡Claro!- otra palmada- El conde nos dio la idea a Franco y a mí, y nos pareció realmente buena. Una bodega exterior camuflada y revestida de uno de esos metales que no se oxidan…- hizo un gesto con la mano- ya te lo contará Franco, yo de eso ni idea.
-¿Has dicho…el conde?- Dream se había quedado en esa parte, mientras entrecerraba los ojos, pensativa.
-Sí, el conde de Fuenclara. Tiene un barco capaz de rivalizar con, siento decírtelo, este mismo.
-De nada sirve tener cuando n se sabe manejar…- dijo Dream indiferente.
-Ohh…Pero sí que maneja- su expresión era la de alguien que cuenta algo sorprendente, D enarcó una ceja y quiso cambiar de tema. No iba a pensar en el maldito conde incluso trabajando.
-De acuerdo. Eh… ¿Me enseñas los planos de la bodeguita? Quizás podamos llegar a un acuerdo…


Una hora después, Dream caminaba por el barco, sonriente y satisfecha. Había acordado una suma menor de lo que se esperaba por las reparaciones, por lo que lo que sobraba del dinero que había cogido lo utilizaría para comprar más alimento. Tantos hombres en el barco con estómagos vacíos hacía que la comida durara menos que un trozo de pan en un puerto. Así que, justo antes de partir a las cálidas aguas del Caribe, tendrían una charla sobre el racionamiento de comida, el horario de trabajo y sobre los empaches nocturnos. Esos hombres necesitaban u poco de disciplina.

Cuando vio un barril apoyado cerca de la barandilla, D se acercó, pegó un salto y se sentó encima, quedando en una posición perfecta para observar el ajetreo de las calles del puerto. El lechero discutía con una mujer, que agitaba una botella vacía de leche en una mano mientras que la otra la mantenía apoyada en la cadera en posición amenazadora. Un par de hombres estaban apoyados en unas cajas de madera, fumando un puro y mirando el horizonte. Algunas mujeres de modesta posición gritaban como chiquillas y pegaban pequeños saltos de excitación, mirando en dirección a… Dream entrecerró más los ojos para ver mejor, y el ceño se frunció cuando divisó al objetivo de las risitas de aquellas muchachitas tontas. El conde de Fuenclara había hecho acto de presencia y hablaba ensimismado con un hombre de traje y bigote que tenía toda la pinta de ser un abogado. Adrian, como D le llamaba interiormente, llevaba unos pantalones marrones ajustados, con unas botas de caña alta y una camisa blanca. El conjunto lo combinaba con una elegante chaqueta que remarcaba sus anchos hombros, haciéndolo imponente a los ojos de los demás. Todo el mundo sabía que era alguien importante sólo por la forma en que hablaba y se reía, en sus gestos, en su forma de vestir… El conde echó un vistazo a su alrededor, contemplando los barcos amarrados a puerto y, en su recorrido visual por las cubiertas de cada uno, sus ojos encontraron los de ella. Él no se sorprendió de verla allí, sentada sobre un barril, observándole. Era como si ya hubiera notado su mirada sobre él, como si ya supiera que ella estaba allí, devorándole con la mirada e intentando odiarle con todas sus fuerzas.


-Muchacha- la voz de Ian la sacó de su ensimismamiento y perdió el contacto visual con Adrian. Dream se giró y miró con cara aturdida al veterano pirata, que frunció el ceño y echó un vistazo hacia el puerto, luego sacudió la cabeza- ¿Has visto a Beth?
-Se fue temprano…No me dijo a dónde se iba- contestó despreocupada, pero al ver la cara del marinero, su voz se suavizó- Vamos, Ian, seguro que vendrá esta noche, no puede pasar mucho tiempo alejada del barco…Y haréis las paces. Eres como un padre para ella- Ian hizo una mueca- Pues como un tío, me da igual, maldita sea- contestó ofuscada- Y esas cosas, el cariño, la preocupación de quienes te aman, no debe perderse.
-Por ti se han preocupado pocos, ¿no es verdad, muchacha?- no se había atrevido a preguntar “si la habían querido pocos”. La mirada de Dream se oscureció y saltó del barril donde estaba sentada.
-Los justos y necesarios, viejales- dijo, le dio una palmada en la espalda y se fue a supervisar unas obras en la cubierta superior.
Ian observó la partida de la joven con una arruga de más en su rostro. Parecía que ahora no debía preocuparse sólo de una muchacha obstinada y rebelde. El destino le había traído otra, más cerrada en banda aún, con más demonios, con más prejuicios contra todos… Ian sonrió. Siempre había disfrutado con los retos. Y desde luego que cuidar de dos jovencitas piratas y, que además, eran sus capitanas…era el mayor reto de toda su vida.


Adrian volvió la vista hacia su abogado, un tipo flacucho y de bigote que le miraba con una mezcla de temor y admiración. Frunció el ceño e intentó ocultar una sonrisa. Ahora mismo no le apetecía lo más mínimo tener que hablar de esos asuntos, pero necesitaba arreglarlos ya.
-¿Cuándo estará completamente listo?
-En tres días, señor.
-Es demasiado tiempo…- se había enterado de que en dos días La Perla zarparía rumbo al Caribe. Su barco era veloz, con las últimas modernidades instaladas para hacerlo más cómodo y eficaz, pero no quería perder el rastro…
-Su…Supongo, señor, que si presiona a los hombres podrán terminarlo en dos día y medio…
-Yo también lo creo. Por cierto, Peláez…
-¿Señoría?
-¿Has enviado mi petición al rey?
-Sí, señor. La respuesta tardará de aquí a unas semanas…
-Sabes que no me quedaré en Canarias. Así que te dejo al cargo. Si la respuesta no fuera de mi agrado, apela hasta que yo consiga lo que quiero. Utiliza cualquier medio. Confío en ti, Peláez.
-Por supuesto señor- el abogado agachó la cabeza y se fue a su despacho, orgulloso de que su jefe confiara de esa manera en él. Luego un escalofrío le recorrió la espalda, recordando la petición del conde a su majestad.
Adrian alzó la mirada hacia La Perla e intentó encontrar a Dream, pero no la vio por ninguna parte. Se dirigió hacia el puente de subida al navío, interceptó a un jovenzuelo y le deslizó unas monedas en las manos. Y un paquete que entregar.


-Montoya, maldita sea, haz el favor de centrarte y colocar el tablón derecho- protestaba Dream aguantando la risa. Siempre se había divertido con ese hombre en particular. Él había intentado tener algo con ella, pero Dream no había cedido. Y él tampoco. Pero la cosa ya era más un juego que otra cosa, y ambos lo sabían.
-Qué quieres, princesa…- le echó una mirada de arriba abajo- Hay ciertas cosas que distraen a un hombre como yo…- sus ojos brillaron con picardía.
-Ya…- aguantó la risa y le dio una patada suave en el trasero- Más te vale ponerte a trabajar, Montoya, si no quieres que te eche de aquí a patadas.
-Sí, mi princesa, mi sol, mi…- decía sabiendo que esos apelativos cariñosos no le hacían gracia a la capitana.
-¡Montoya!
-Vale, ya me callo- dijo servicial, se quitó el sudor de la frente y se concentró de lleno en el trabajo.
Dream se dio la vuelta y vio a Cortés apoyado en la baranda, silbando a unas jovencitas que caminaban por el muelle. Se puso a su lado y les echó una ojeada. Las mujeres reían tontamente y se abanicaban sin parar. Desde luego Cortés producía ese efecto en las mujeres. Y encima lo buscaba, y lo aprovechaba al máximo. El hombre se giró hacia ella y le sonrió fraternalmente.
-¿Qué hay, capitana?
-¿No trabajas? Porque a lo mejor una de tus capitanas te ha dado unas vacaciones y yo no me he enterado…
-Estaba descansando un ratito…contemplando las vistas- dijo, y seguidamente le guiñó un ojo a una camarera que salía a tirar la basura de su negocio. El bueno de Cortés no tenía preferencias entre una u otra mujer. Gordas, delgadas, más o menos agraciadas, con la voz de pito o grave, ricas o pobres…A él le gustaban absolutamente todas.
-No tienes remedio…- suspiró Dream, exasperada- Dentro de dos minutos te quiero ver ahí dándolo todo, ¿de acuerdo?
-Sí señora- respondió Cortés y Dream se alejó a paso lento por cubierta. Bajó las escaleras y un muchacho se le acercó y le tendió un paquete.
-Un paquete para usted, capitana Dream.
-¿De parte de quién?- preguntó ella, con una ceja arqueada y tomando el paquete con cuidado.
-Supongo que dentro del paquete estará la respuesta, señora. Hasta luego- dijo y se alejó corriendo.

Dream frunció el ceño y bajó a su camarote. Posó el paquete alargado encima de la cama y lo miró poniendo los brazos en jarras. Tras un momento de indecisión, se sentó en la cama y se dispuso a abrirlo con sumo cuidado. En el interior había una nota y una preciosa lila. Dream olió la hermosa y sencilla flor y cogió la nota.

Antes de tu partida, me gustaría verte
Te espero esta noche en la fiesta del pueblo.
Adrian

Dream volvió a leer la nota y frunció aún más el ceño. ¿Quién se creía que era? Después de todo lo que le había dicho…insultado… Por supuesto que no iría. Se levantó de la cama enfadada y volvió a mirar la flor. Aún así, el detalle había sido bonito, y le había cogido mucho dinero, con el cual estaban reparando el barco… Un suspiro de resignación se escapó de sus labios. Y un brinco de anhelo por la noche que se avecinaba dio vida a su corazón.

1 comentarios:

Mr. Hyde dijo...

Cómo molaaaaaa :O (no leí nada aún, pero mola mucho todo xD). Ya os daré mi opinión que sé que es muy valiosa para vosotras :)